Hace unos años, estuve con un chico que no se depilaba la entrepierna. Y a mí eso no me gustaba nada. Chupársela era como superar una prueba del programa Supervivientes. Un día le dije: «Mira, o te afeitas o no me vuelvo a meter tus huevos en la boca». Lo hizo. Y luego está el caso de una amiga a la que se le quedó un pelo púbico entre los dientes después de una sesión de sexo oral. Quedó tan traumatizada que no volvió a chuparla (bueeeeeeeeno, sólo en un tiempo).
Me depilo. Lo hago desde que tenía 15 o 16 años, ¿merezco la muerte? Odio los pelos púbicos. Los de hombres y mujeres, y los que van dejando en las bañeras. Un pelo en la bañera ha sido desde siempre para mí como para el resto de niños el hombre del saco. Lo digo con humor y reconozco que con el tiempo me he relajado, me importa menos. Pero buscando información sobre este odio topé con el término “caetofobia”: Miedo al pelo y a los seres peludos. Estas cosas curiosas que dejan a una sin habla.
Odio profundamente la idea de que nos depilamos porque vivimos en una sociedad pornificada. Cierto, el porno nos muestra coños calvitos, pero yo me depilaba antes de ver porno. Y respeto a quien no quiera hacerlo. A mi madre nunca le gustó que lo hiciera. A día de hoy sigue repitiéndome que el pelo está para proteger la vagina de posibles ataques bacterianos –¡Si hombre mamá, voy a proteger yo mi vagina de posibles ataques!-. Como veis, no me lo han inculcado en casa. Simplemente, fui un día a depilarme las piernas y dije: “sí, sigue, sigue más arriba”. Y así empezó mi historia libre de pelos en la entrepierna.
Pero no es que fuese yo una avanzada. En la prehistoria, los hombres de las cavernas ya utilizaban piedras afiladas para la depilación facial. En el Antiguo Egipto, tanto hombres como mujeres depilaban todo su cuerpo por motivos estéticos. Más de lo mismo en la Grecia Clásica (basta con ver alguna de las esculturas más famosas para darse cuenta de que eso de los metrosexuales no es un invento actual). También a Michelangelo Buonarroti y a sus colegas renacentistas les gustaban los cuerpos libres de vello. Así, la depilación ha estado presente durante toda la historia.
¿Cuál es el problema? Dentro de los círculos feministas, el tema de la depilación genera gran debate. Muchas defienden a ultranza que depilarse es una imposición machista que heredamos del patriarcado reinante. Yo rechazo esta idea. Obviamente, no les quito toda la razón, pero a mí me gusta mi cuerpo depilado como Cleopatra (alguna vez algún chico me ha confesado que le gustaba más con algo de pelo ¿pero a mí qué?). ¿Tenemos que depilarnos y afeitarnos todos por eso? Ni mucho menos, que cada uno haga con su entrepierna lo que le plazca, porque un pubis será siempre bello, con vello o sin vello. Lo importante es respetar. No podemos negar que está peor vista una mujer sin depilar que un hombre, ahí el quid de la cuestión. Pero tenemos que ser libres e inteligentes para tomar nuestras propias decisiones sin miedo a ser juzgados. A mí me encanta ir a playas nudistas y allí, por ejemplo, la rara soy yo por llevar el coño calvo. Pero eso no me impide mostrar mi decisión con total orgullo.
¿Es feo un coño calvo? Para mí no, pero no pretendo presentar al mío a un concurso de belleza. Los coños peludos me resultan más agresivos. ¿Es fea una polla calva? A mí me parece que está para comérsela. Pero para gustos los colores. Y si no atentos. Durante unos años, trabajé en academias como modelo de desnudos y una vez di con un fotógrafo (hoy gran amigo), que me dijo que odiaba los coños depilados y por eso ponía felpudos falsos a todas sus modelos. Así que fíjate, toda la vida depilándome para luego aparecer en una exposición de arte con una selva entre las piernas. Repito, estas cosas de la vida que le dejan a una sin habla…
Eso sí, para el sexo oral es más cómodo. No digáis que no ¡maldita sea! Al menos recortadito ¿no?
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