Siempre estudié en colegios católicos ya que era la religión que se profesaba en mi familia. Desde la primaria siempre se me veía en los recesos, persiguiendo a curas y monjas, yo siempre tenía algo que preguntar sobre cualquier materia y aunque no lo sabía a esa edad, me interesaba el hecho de que eran célibes. Con cierta frecuencia cuando iba a casa de mi nona, que era muy creyente, continuamente le hacía preguntas.
- Nona porque usan falda larga los sacerdotes y las hermanas?
- ¿Nona donde duermen los curas?
- ¿Por qué no se casan entre ellos?
- ¿Por que beben licor en la misa frente a todos?
Mi nona trataba de responderme cosas comprensibles para mi edad y cuando iba con ella a algún servicio religioso, yo quedaba embelesada viendo como limpiaban el altar, ponían las flores, le sacaban brillo al cáliz.
A medida que fui creciendo, siempre estaba anotada en cualquier actividad extra, verbenas, vestir las mesas, llevar las flores, arreglar el confesionario, archivar papeles, llevar galletas para algún acto especial, en mi casa hasta pensaban que yo quería ser monja, mi papá estaba contento (jajaja, nada más lejos de la realidad).
Pero la realidad era que las chicas no tenían mucho acceso a estar con los religiosos, porque se les da importancia a los varones para que comiencen como monaguillos, mas no así a las hembras.
Al pasar el tiempo y ya acercándose el momento de culminar mis estudios, llega un sacerdote nuevo a sustituir al cura que daba Historia Contemporánea. Solamente verlo, me enamoré. Un religioso de los nuevos tiempos, actualizado, nos contaba las historias de manera que quedábamos embelesadas, les ponía un toque de realidad, de calle, ninguno hablaba como él.
Era alto, moreno, con un pelo lacio medio largo perfectamente bien cortado (seguro iba a alguna barbería cara) con un rostro lisito como nalga de bebé, bastante delgado para mi gusto, manos grandes y largas como de pianista, su nariz en perfecta simetría con sus ojos pardos y unas pestañas que parecían postizas, y su boca….ay su boca!! carnosa y grande, parecía que todo en él era grande. Para mí que era pequeña, lo veía como una esfinge.
Para mi buena suerte lo pusieron en el confesionario y yo, creo que me confesaba como 3 veces en cada misa. Mientras mis compañeras estaban rezando, yo me estaba confesando.
- Hola Padre Alberto -le decía yo a media voz y de la forma más sensual que había practicado
- Que te trae de nuevo por aquí Annie, no me hagas creer que tienes pecados que confesar- me dice con voz muy seria.
- Padre me acosté con Eduardo Moreira el hijo del torero- era mentira pero quería ver su reacción.
- Arrepiéntete Annie- me dice en un casi susurro
- No Padre Alberto porque realmente me gustó- y me alejo de la rejilla que nos separa y paso mi lengua por mi boca y me comienzo a tocar mis senos por arriba del uniforme.
- Debes ser pura, debes esperar hasta que te cases para hacer esas cosas- me dice el con mucha seriedad.
- No Padre, no creo que aguante, todas las noches siento un fuego que me quema y debo calmarlo
- Reza para que laves tus pecados- y hace un movimiento de levantarse de su silla.
Yo lo observo y veo que su miembro está como un mástil, él se hace el loco y arregla su pantalón, mira hacia el cielo y deja su mano allí tratando de bajar algo que solo se puede poner en reposo de una forma, pero no lo acepta, toma en sus manos la cruz y con la otra sigue en su intento fallido al descubrir una sexualidad que no sabía que tenía….una sexualidad que despertó mi confesión.
Se queda allí, yo también le miro, pasa mucho tiempo y él sabe que de esa forma no se puede salir de ese recinto, yo aprovecho de cambiar de estrategia.
- Padre Alberto quizás ud tiene razón, y a lo mejor aún está a tiempo de salvar a esta alma descarriada con sus consejos- tenía que hacerle creer que estaba arrepentida
- Te arrepientes?- me dice casi sollozando
- Pero no sé como regresar al camino, me siento confundida, al hijo del torero le gustó y sé que vendrá por más y yo no sabré como decirle que no- en el fondo sabía que ya estaba sembrada la semilla…
- Que hago con esto que siento?, me consumo hasta el punto que no soy más que un animal- digo esto con un hilo de voz y a punto de soltar unas lagrimitas.
- Yo te ayudaré, lo he hecho con muchas almas y puedo decir que están salvadas- ya lo tengo donde quiero- ahora salgamos que debe haber un gentío esperando por mí.
Yo me arreglo mi uniforme, me pongo brillo en los labios, y salgo con la cabeza gacha, y me quedo quieta y sentadita en uno de los bancos y así poder ver cuando salga Alberto (ya me siento más en confianza).
Al siguiente día me senté en el puesto de adelante, le había subido el ruedo a mi falda y no dejé de cruzar mis piernas al mejor estilo de Sharon Stone en Bajos Instintos, para ver si se daba cuenta que no llevaba bragas y que estaba totalmente afeitada (se daba cuenta); el intentaba dar la clase, se perdía, confundía fechas, confundía los nombres de las batallas, sudaba, sacaba un pañuelo de su bolsillo y secaba su frente, su cuello, y de repente…
- Muchachas, creo que he agarrado un catarro y no me siento bien, creo que tengo temperatura, dejemos la clase hasta aquí y luego la repongo- como si yo me iba a creer esa excusa.
- Profesor y los grupos que teníamos que formar?- le digo yo interesada en la clase
- Si Profesor- dice otra chica- solo tenemos tiempo hasta la semana que viene
- Profe si ud quiere hacemos los grupos y yo se lo llevo a su oficina y le da tiempo de tomarse algo para que se le baje la temperatura?- tampoco queríamos perder la nota.
A todas estas que Alberto sale del aula. Me apresuro en escribir como quedan los grupos para llevárselos al ambulatorio. A su vez, voy maquinando que hacer para verlo a solas.
Padre Alberto como sigue? No cree que debamos hablar a solas?
- Está bien Annie, espérame en la próxima cuadra en el vivero, te veo allí.
Salgo velozmente a tomar el carro y maquinar algo para que estemos solos y no perder esa oportunidad. Teníamos una cabaña, que quedaba bastante cerca de la ciudad, máximo una hora y las llaves estaban en la guantera del coche. Pero seguro el diría que no, pero yo le diría que vivo allí y él no sabía donde era mi casa, así que sería el escenario perfecto.
Me voy al vivero, le toco la corneta, y me subo aún más mi falda, para que vaya rezando cada vez que meta los cambios y mueva mis piernas. Se monta en el vehículo y no puede evitar clavar su mirada en la poca tela que cubre mis largas piernas, se pone el cinturón y arranco.
- Alberto, te puedo llamar así, digo por lo joven que eres?- le digo confundida
- Puedes llamarme como quieras Annie, tu mamá sabe que vamos para tu casa? – me pregunta con poca voz
- Por supuesto, de seguro nos está esperando- y acelero.
Durante el camino no podía quitarme los ojos de encima, y yo aprovechaba cada vez que tenía que hacer los cambios para tocarle la pierna. Yo veo que su polla levanta ese pantalón y pide a gritos que le abran el cierre para desahogarse, pero él no está convencido. Yo aprovecho la charla, y aunque voy pendiente del camino, lo toqueteo en el brazo, la pierna el hombro. Le comento de su bella cabellera, le digo que tiene buenos genes que podría trasmitirle a sus hijos, si los tuviera.
Y sin darnos cuenta llegamos a la cabaña y el sorprendido me pregunta si vivo allí, le digo que solo los fines de semana y que por eso traje víveres. Saco las llaves, me bajo del carro y él se queda viendo lo que se veía debajo de ese pedacito de tela (y sin panty). Le digo que se baje, porque no quería hacerlo me imagino por la erección.
Al fin estoy adentro de la cabaña que tenía una temperatura aceptable ni frío ni calor, pongo la bolsa sobre la mesada de la cocina.
- Tu mamá no está aquí verdad?- me dice en tono molesto
- Tu qué crees?, quiero que te saques los demonios y me los metas a mí, ardo de solo saber que te veré al día siguiente, todas las mañanas debo cambiar las sábanas mojadas porque mi fetiche siempre ha sido un cura, pero no había conocido el adecuado, pero llegaste tú y eres lo que necesito.
Al hablarle con esa sinceridad, se pegó a mí, puso sus manos en mis nalgas y me dice: por esto vale la pena colgar los hábitos.
En seguida me carga y me pone sobre la mesada y comienza a pasar su lengua por toda mi vagina, introduce sus dedos dentro de mí, estoy empapada y tan caliente, con mi cuerpo abracé su cuerpo de hombre, y el rápidamente se despoja de su ropa, yo hago lo mismo. Pasa su pene por mi cara y mis labios instintivamente se abren para que él la introduzca, lo saboreo, lo chupo, lo lamo. Su polla era tan gruesa que sentía que me ahogaba. Cambiamos de posición y el comienza a lamer mis pezones, los explora, los pellizca, yo le digo que no tan duro y entonces me pasa su verga dura por mis tetas y me dice que no puede aguantarse más, me sorprendo porque la mete en mi coño con fuerza de una, yo me quejo y me acomodo para recibirla mejor, entonces la desliza suavemente dentro y fuera, dentro y fuera, levanto mis caderas en un torbellino de placer y sigo recibiendo fuerte su miembro.
Me voy a un diván que estaba allí, y dejo que se ponga abajo y me monto encima de él, me está follando fuerte y rápido, pero yo tengo el control, acelero arriba abajo y él toma mis caderas y me dice que pare y se aparta, yo le hago caso, pero en lo que me quita las manos vuelvo a hacer los movimientos ascendentes y descendentes con rapidez y venzo su resistencia y disfruto los golpes de su pene en mi vulva, hasta que siento una descarga de semen dentro de mí, al tiempo que yo me corría junto a él.
No sé cuantas veces lo hicimos esa tarde, se hincharon nuestros órganos porque era una pasión reprimida y acumulada, una completa pasión animal, disfrutamos la lujuria.
En los meses posteriores tuvimos que visitar varias veces al médico porque su polla y mi coño estaban en carne viva, siempre olíamos a sudor y semen, Yo feliz de vivir con mi fetiche realizado…y creo que él también.
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