Me travisto
Por jalarika
Vestirme de mujer me ha fascinado desde que tengo memoria; de nene lo hacía envolviéndome en una toalla grande, tal como veía a mamá salir del baño; de adolescente me las ingeniaba para meterme en el closet de mamá y ponerme su mañanita azul traslúcida, o la babydol verde, y los tacones pescadera transparentes.
Soy mayor de 35; pasé por dos divorcios; uno, porque la visitaban sus amigotes cuando yo estaba trabajando; la descubrí por el olor a loción de hombre en mi almohada. Otro, porque encontró mi maleta de travestismo, me sinceré y le conté el rollo, le dije que sería más divertido si me ayudaba. No quiso entender; me dijo que era un marica disfrazado de hombre.
Me encanta todo el proceso de travestirme que básicamente comprende 5 pasos:
- Depilarme todo el cuerpo: comienza con motilar el cuerpo para no desperdiciar la crema depilatoria, que hay que hacerlo por secciones: un brazo, el otro, el pecho, etc. Comprobar al espejo para no dejar pelos delatores.
- Pintarme las uñas. Primero pulirlas recortando y pasando la manija pulidora para suavizarlas; luego una capa de esmalte transparente que cubra los costados (remover el esmalte de ahí es bien difícil); y pintarlas con el pincel bien cargado para hacerlo en un solo pasón.
- Maquillarme: aplicar base en todo el rostro, desde la frente hasta el cuello; delineador de cejas; sombras en los párpados; delineador en la base de las pestañas o pestañas postizas; rubor en las mejillas y labial contorneando los labios para que luzcan coquetos.
- Vestirme: comienzo con las medias pantalón o el liguero y la medias veladas, la tanga (requiere esconder el pene dentro del cuerpo), las prótesis de senos, el brasier. Ahora sí el vestido, que puede ser un enterizo o un conjunto de blusa y falda.
- Caminar en tacones altos es fascinante, pero como todo hay que practicar para no dar traspiés: subir y bajar escaleras sentarse y levantarse de una silla, un sofá, etc.
- Ponerme la peluca, que también requiere destreza para que no se enrede.
No es fácil ni barato, mira la tabla Excel.
Nunca he salido de mujer pero he practicado tanto que me siento lista. Voy a salir muy puta.
Me puse las tetas autoadhesivas con el sostén de pezones al aire, liguero y medias veladas; el vestido de manga sisa y minifalda rajada, las plataformas negras y la peluca roja. Me vi superputa. Pa’la calle, mija.
Alto ahí, ¿Cómo putas voy a salir así y que todas las brujas del barrio me vean? Una de dos: o me quedo en casa… o me doy gusto y a la mierda con los mirones.
Llamé el taxi de Jairo; es el que usualmente me transporta con el mercado. Me miró y preguntó
- ¿Dónde está don Jorge?
- Aquí, Jairo; pero no pares bolas y llévame a Medellín, a Palacé, detrás del parque Bolívar
- La calle de las travestis
- Obvio nene, ¿a dónde más pudiera ir así?
En los 40 minutos de trayecto me hizo muchas preguntas y le respondí sinceramente, la respuesta crucial, que posteriormente sería mi calvario, fue
- Quiero ver si estoy suficientemente atractiva como para levantar hombres
- Lo estás; no solo atractiva sino insinuante
- ¿Me comerías, Jairo?
- Sin dudarlo… y… ¿Cómo se llama la bella prostituta que transporto?
- Diana, Diana Caballero, y no soy puta… todavía
- Cuídate. Sin condón ni pío.
Comencé a caminar la calle y me topé con una traba enorme y musculosa, en plataformas de 15 cms, minifalda negra estrecha y blusa de encaje que mostraba sus enormes tetas de pezones oscuros.
- ¿Qué putas haces aquí?
- Lo mismo que tú
- Aquí no puedes pasearte sin pagarme
- ¿Qué? ¿En una calle pública?, tengo derecho
- ¿Si? Y vas a llamar a la policía
- Pues no; solamente quiero ver si soy atractiva para los hombres
- Ya veo; eres nueva, ven conmigo.
Recorrimos el primer piso del hotelucho de travestis hasta el rincón más apartado. Me ordenaron desnudarme y vino otra trava con un dildo descomunal, me hicieron recostar bocabajo en una camilla;
- Si te crees travesti, debes demostrar que puedes con todo
- No es que me crea; solamente estaba probado que puedo pasar de mujer
- ¿De mujer? En los dominios travesti? A otra imbécil con ese cuento. Mírate, estás vestida de puta marica como nosotras.
- Bueno, es que también quiero experimentar ese lado.
- Está bien. Levanta tu macho y tráelo; te daré una buena piesa, pero no es barata.
- Si mi cliente no puede pagarla será una mala elección y probaré hasta que alguno esté gustoso de pagarte… a propósito: ¿Cuánto se cobra?
Lo grabé en el celu; se cobra por trabajo particular: sexo vestida, en interiores o desnuda; mamada, paja, culeada, trio con colega o con amigo del tipo… en fin, todo tiene precio y se prohíbe categóricamente dar direcciones privadas; cualquier relación tiene que ser en el hotel.
También me enseñó a caminar y provocar si obtenía miradas repetidas, señal de que el tipo quería acción pero no se atrevía.
- Recuerda que eres vieja. Los hombres las prefieren entre 13 y 18 años.
- ¿Se me nota mucho la edad?
- No tanto, pero a la legua se ve que tienes 30 por lo menos. Esfuérzate en los coqueteos que te enseñé… a lo mejor consigues un pipiolo, que son los más mirones y casi siempre sin plata suficiente.
- ¿Cómo sabré si puede pagarnos?
- Fíjate en lo que viste. Ni una prenda que no sea de boutique; lo aprenderás.
Con ese bagaje salí a darme pasones por la cuadra. Un muchacho como de 20 pasó dos veces en una moto ninya mirándome. Estaba lindo y podía pagar pero no reaccioné a tiempo. Me devolví desde la esquina, iba justo frente al hotel y lo vi en la esquina; me hizo señas como para hablar conmigo; lo esperé
- Qué linda eres, no podía dejar de mirarte, me encantan las mayores, siempre tienen algo para aprender.
- Gracias nene, ¿qué quieres que hagamos?
- Diría que culiar, pero a ti quiero hacerte el amor
Me lo hizo; literalmente mi hizo el amor como yo se lo hubiera hecho a mi esposa.
Callejeando de puta, secretaria, ama de casa y hasta de marica, me lo metieron, me apretaron las tetas, es decir, el pecho desprovisto de mis mamarias postizas; me hicieron todo lo imaginable.
Un una ocasión, desperté en tacones y peluca, totalmente desnuda y con el culo doliéndome mucho. No había nadie a quién preguntar. Busqué mi ropa pero nada. Me senté en el suelo a preguntarme por qué putas me estaba pasando todo eso y qué carajos seguiría. Tiré los tacones y la peluca a un lado, me abracé las piernas y lloré.
Quería ser puta
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