El otro día recibí un mensaje por Twitter que me pareció muy interesante. Un tuitero compartía conmigo un consejo para hacer que un hombre repitiese contigo en la cama:
“También nos gusta que sean activas. Caso verídico: Una chica detrás de mí durante meses, muy calientes ¡¡¡Se quita la ropa sola!!! Se tumba y me dice ‘hazme algo si quieres’. Andando, todo el erotismo al traste… No la volví a llamar”.
Me metí en situación y se me pusieron los pelos de punta (y no de excitación). Lo entiendo perfectamente y comparto esta opinión en los dos sentidos (obviamente), tanto para chicos como para chicas. Cada persona tiene unos gustos y cada uno jugamos un papel en la cama (no todas vamos a ser una amazonas calientes ni todos van a ser Mr. Fucker). Pero es cierto que cuando te gusta el sexo (y ya no digo si eres un hooligan sexual) disfrutas de una sesión si la otra persona está activa. Si vas, te quitas las bragas o los boxer y ¡hala! ¡Sírvete tú mismo/a! Como si contigo no fuese la cosa… es un bajón de narices. De hecho, a mí me pasaría exactamente igual. Ya no sólo es que no hubiese vuelto a llamar, sino que, seguramente, no habría hecho nada… habría respondido –¿¿Si quiero?? ¿Qué eres, una máquina expendedora? Pues mira no, ahora ya no quiero, gracias-.
Y no confundamos. Cuando te va la marcha y eres fan de los “juegos de poder”, tienes que posicionarte: o eres el que manda o eres el que “obedece”. Siempre hay una de las dos personas que lleva la batuta (exactamente igual que cuando bailas). Pero, BAJO NINGÚN CONCEPTO, esto significa que seas pasivo. Que te tumbes en la cama y te dejes hacer. Hasta cuando obedeces o eres el “mandado” puedes/debes/deberías tener una actitud activa. Es decir, que participes en el juego. A lo mejor estás sentado en una silla atado de pies y manos, no te mueves, pero gimes, gesticulas, haces fuerza, dices que te gusta o que no, sueltas expresiones (más o menos light según la persona). Este es un claro ejemplo (algo extremo) que demuestra que puedes ser activo aún sin poder moverte. Pues más aún en una situación de sexo más convencional. A lo mejor te tapan la boca, pero puedes emitir sonidos, mover las manos…
Otro ejemplo. Reconozco que a mí me encanta estar encima en la cama. Ser yo la que se mueve y marca el ritmo. Pero también me encanta “el misionero”. Y que se me entienda, el misionero parece tener mala fama porque es la típica postura clásica de tú me penetras y yo me dejo penetrar… y no tiene por qué. Un misionero adaptado a mi gusto. Tú me penetras y yo subo las caderas hacia arriba, o te pido que me agarres del culo, o subo las piernas, te cojo la cintura, te araño la espalda (si te gusta), te azoto… vamos, nada que ver con la pasividad.
No todos vamos a ser igual de inquietos ¡Ojo! Que en ningún momento pretendo convencer a nadie de que se haga alumno cum laude de esta asignatura. Hay personas más y menos desinhibidas para el sexo, pero es cierto que abrir un poco la mente o, al menos, poner un poco de interés en buscar aunque sea tu propio placer, no está mal. Si no, para una persona que sí disfruta (tanto de recibir como de dar placer), sinceramente, es una putada verse en una situación tan forzada (¿o sería ya forzosa?).
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