«Mucha gente cree que ser un putón es ser una persona indiscriminada, que no importa con quién haces el amor» (Ética Promiscua – pág. 111).
Hace unos días estaba tomando algo con un amigo que me contaba su última e intensa experiencia amorosa. Por ‘deformación profesional’, yo intercalaba en su historia de amor preguntas sobre sus momentos de intimidad, ya que después de muchos meses de largas e interesantes conversaciones que les tenían ‘enamorados’, echaba en falta algo más de pasión en el relato (fallo mío, claro, cada cual tiene su forma de relacionarse y sus tiempos).
Pero durante nuestra charla, mi amigo dejó caer varias veces que le gustaba mucho que su chica fuese tan tímida y recatada sexualmente, de primeras. Yo permanecía callada, porque no sabía muy bien cómo abordar esa percepción sin liarme a hablar de machismo, sexismo y demás, cortando como consecuencia su relato de amor.
Hasta el momento en que me contó que, en un momento de intimidad que tuvieron, ella le confesó que desde que empezaron a hablar (cada uno desde un país), no había estado con ningún otro chico. Él sí había estado con más chicas, pero ella no le preguntó.
– Y eso la verdad es que me gusta mucho, porque me hace confiar en ella. Veo que no se acuesta con cualquiera -me dijo, mientras mi cerebro hacía cortocircuito.
– ¿Eso no es injusto? -respondí.
– ¿Por qué?
– Tú has estado con más mujeres durante este tiempo, ¿acaso no debería ella confiar en ti?
Me sentí ofendida, aunque no fuera nada personal (obviando el hecho de que tiempo atrás, él y yo estuvimos juntos -sin compromiso-). Me fui a casa un poco afectada y con una reflexión en la cabeza que me duró unos días.
Me di cuenta de que aún seguimos en esas. La vara de medir la ‘honorabilidad’ de las mujeres y los hombres en materia de sexualidad es muy distinta. Y aunque dicho así, suena obvio, resulta que no lo es tanto, porque mucha gente, pensándolo en frío, estaría de acuerdo en que es injusto. Sin embargo, a la hora de la verdad, reproducimos esas actitudes del todo machistas que tenemos grabadas a fuego a base de la costumbre.
Y entonces te encuentras con un caso como el de mi amigo, un tío inteligente, reflexivo, que cree en la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres… pero que sin pensarlo dos veces, valora muy positivamente el hecho de que una mujer no haya tenido relaciones sexuales con otro hombre durante un año y medio mientras mantenía conversaciones internautas con él sin ningún tipo de compromiso ni relación. No es que no le importe, ¡es que así lo prefiere! (aunque él sí lo esté haciendo).
Sobra decir el pensamiento machista encubierto que esto conlleva. Pero por si fuera poco, retomo el comentario de «porque veo que no se acuesta con cualquiera», para reflexionar sobre ello y preguntar ¿y quién sí? Es que el hecho de tener una vida sexual plena y satisfactoria, en la que tú misma llevas las riendas y en la que disfrutas mucho del sexo con distintas personas… ¿significa que te acuestas con cualquiera?
Mira, no. Por muchas personas con las que te acuestes, no significa que lo hagas con cualquiera. Cada persona tenemos nuestros gustos, nuestros límites, nuestros requisitos -flexibles y cambiantes- (debemos tenerlos y ser conscientes de ellos como muestra de que nos conocemos). Pero usar la expresión «acostarse con cualquiera» para describir negativamente a una mujer NO LO SOPORTO.
Por eso me acordé instantáneamente de la parte del libro Ética Promiscua (capítulo 9, II Parte), en la que Dossie Easton y Janet W. Hardy hablan de esto (aplicado a mujeres, hombres, etc.). «Creen que vivimos en entornos excesivamente abiertos, sin discriminar, sin vallas, sin límites. Nada más alejado de la realidad». Precisamente por estar en contacto con más amantes, hay más oportunidades para desarrollar una «sofisticada capacidad de discriminar».
Reivindiquemos el derecho de las mujeres a acostarse con quien nos dé la gana sin tener que ser evaluadas. Y sobre todo, abramos los ojos y démonos cuenta de una vez de que por mucho que nos sepamos la teoría, la práctica no es tan sencilla, por lo que tendremos que esforzarnos por identificar nuestras propias actitudes machistas (todas y todos las tenemos) si queremos realmente conseguir un mundo sexual más justo. Ya está bien de que lo que para unos funciona de puta madre, para las otras no se permita.
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